jueves, 13 de noviembre de 2014
Teorìa De la Via-Lactea
No importa una teorìa de la via-lactea.
El sol sobre la marea como un indicativo.
Tampoco el gerundio cuando desembarca. No
importa la oraciòn del desierto, inventando una
corola de polen para los antecedentes de la divinidad
entre lo prodigioso, ni el canto de una criatura persignàndose
en un mundo de parques agnosticos. Mucho menos la
salva de los patios -tambièn agnosticos- de ese parque.
Mucho menos el sol, si se refiere al lenguaje, un atardecer
en que los valles recorren los simulacros, con una rebeldìa propia
del muladar o los perdigones. No sabemos la conjunciòn de toda manzana
en los àrboles y los freneticos incendios -inexplicabes a veces- que crean los
dragones. Es en vano que los aerosoles de una tienda se difuminen o que tome
palacios para esa soledad sin dinastìas. Yo sòlo llevo una mitad de
lo rebelde hacia lo hialino, por lo que jamàs hago mucho caso
a los saxofones, ni los cuarzos.
Y personalmente sòlo tengo antecedentes que caminan de la soledad a la rabia.
Iras, con el cuento de lo hormonal o la vida sintetica que he llevado entre los caballos
buscando un prisma lleno de langostas o muertos liberados por la vida, dirigiendose màs
que a la vida a los naipes o el dado en la fiebre reconociendo reflejos
como el acontecimiento o el poema cortado por la salud de los
mercurios en un objetivo- poco menos que material- cubierto de
solidos e infinitos cristales que podemos
recrear despuès de roto el farol y un latido
de fotografìas donde lo inmenso es
tambièn vanal como un protagonista emergiendo entre las abdicaciones del
diamante o la hebilla del cuarzo.
Y no vivì entre los diamantes como para seguir interpretandome
cuando baja una gacela en este pequeño imperio de anguilas o electricidades
que desprenden una narrativa, muy cercana a los diàlogos o los
milenarios espigones que dan cabida a los ejes o las
orbitas nicrorromanticas. Yo creì mucho en esa
narrativa, tanto asi que lleguè a ignorar
las marchas de sus bengalas en los
niños que apuran los destellos
una madrugada en que las
cosas se muestran
ignotas como
la lluvia.
Y lo ùnico que nos queda es poner un papel para que
una gota de agua, logre dormir inutilmente
en ella.
Asi habla la via-lactea, sobre el conocimiento que se hunde en
un poema y lo hace antes que los àrboles dejen de
soñar con los violines.
Y entre otras cosas, tambièn con todos los
manantiales del mundo.
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