viernes, 21 de noviembre de 2014
Noesis
Pensaba en la intensidad.
En los ojos que podìa representar segùn el calor
o la energìa en las siluetas de inmensos
mustelidos. Yo meditaba en
la desvanecencia de alguna episteme
iluminada en la subjetividad de las aves cuando
dejan el oido entre contenedores, donde perpetuamente
la radiaciòn quiebra los reflejos del alga. Pensaba en esa
formaciòn de pernos que desde la veleidad
situanse diariamente en una caida de la tarde; tarde
fotonomètrica y mitografia de grandes colores. Atardecer
donde los ataudes colocan un jardìn
de noesis y numismàticas, para que los candelabros
comparen el tiempo del universo con algo que duerme
en los jacintos y tocado por la naturaleza, simboliza los
tempanos del dòn. Yo reflexionaba en la inmensidad;
lirico y ludico como el espacio entre la
diversidad -por decir del pètalo debajo
del liquido- y conspiraba en todos
los generos del manantial hasta
encontrar los brillos -es decir-
silencios casi siderales donde la gravedad
confunde su vida astralmente en
los periodicos y un cisne labra la envergadura
de la eufonìa junto a vanguardias
de heliotropos.
Y todo heliotropo al llegar al espìritu, no sòlo
nos inunda de noesis.
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