domingo, 2 de noviembre de 2014
La Casa de Vidrio
Tenìas una saeta de vidrio, necesaria para construir
una casa. El golpe de los relojes sobre tu balcòn de
agua donde se oscurecieron los arrecifes. El golpe
seco del acantilado sobre su espiritu y un callejòn
donde a veces el mundo terminaba. Llevabas el
overol que la bruma deja en los hombres despuès
de haber caminado entre ellos. Tù sabìas que no
podìas quitartelo. Y sabìas que los vagones eran
el aliento de las ruletas y traversas pero desde
un sentido que hoy no logra normar los vicios de
latitudes y generos; a lo sumo se acerca y llega
a la ignorancia con ellos -Todo y nada lo haremos
juntos bajo los cadaveres -
En tus ojos se extasiaba aquello donde el corazòn
aùn puede prodigarse; un dique entero, el destino
de la bolichera mordiendo una casa de vidrio donde
jardines de estalactitas se agolpaban.
Ah...la casa de vidrio donde las estalactitas te
ofrecieron el nombre de la rosa y a veces el nombre
de la espina. Esa casa que dispusiste para el hecho
y los nombres azules de lo cotidiano; en tiempos
donde el azufre era el monasterio desde el cual
llamaste a los peces.
Y hoy que a tu alrededor las construcciones dejaron
de arrancar el vidrio de nuestras sienes. Hoy que
nuestros pabellones muestran seres de sol alquilados
en los oidos por los jinetes, hoy que son corceles los
que retumban con sus cascos el plomo inveterado en
los similes y los heteronimos, hoy que invocamos bajo
las ruinas de una destrucciòn celeste. Una que
casi arrancò la piel de los hemisferios.
Hoy que invocamos siquiera la espesura de un invisible
cefiro.
Y tal cefiro encerrado en una casa de vidrio no responde.
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