miércoles, 5 de noviembre de 2014
El Trancurrir de un Dìa
El dìa transcurre. El dìa pasa.
Su lenguaje es de cobre, asi que tendrìa que
hablar de èl entre minerales.
Pero no es asi. El dìa transcurre en la veredas,
asi que pertenece a la brea y el cemento.
Tambièn es del puente que une dos orillas
bajo sus aguas, para que jamàs las pueda
ver el hombre. En el soplo, en la cabellera
hialina, en el vesperal conjuro de una catapulta
arrojando una y otra vez con su honda antorchas
a los venados. En el espolòn de las cabezas,
entre la continuidad del orden, mueve
azoteas, describe fuelles, hipodromos, unge
de aceite a las tinieblas, celebra onomasticos que
nos son desconocidos y consonantes. Tiene
un libreto -este dìa tiene libreto- el mismo
es paradero de cofradìas, de abrevaderos
perpetrando lenguajes diferentes de cadenas,
su forma de expropiar no es la del jinete-segador
de bosques-, -tampoco del anfitriòn domador
quizà de rieles- Tal dìa peregrinarà en los
himnos secos del higo, en las ojeras del roble
que vuelve hacia la perpendicular, este dìa -que
no dejarà de convertirse en noche- se alimentarà
de panales y almenas, dirà adios a las bujias, se
posarà entre alamos, descubrirà azoteas en las
nucas del caballo, irrumpirà en las sienes, serà
ritual en la garganta, tendra la maldiciòn de los
ecos y algo màs: Este dìa no sabrà que puede
prolongarse y lo harà entre traversas y tramontinas,
de la cola de divinidades tomarà un individuo
empalado por el rosicler en la marea. Este dìa se
alimentarà de palos y de pastos. Vivirà en su propio
yugo con latigos en primera persona. Este dìa que
microbiològico es pintura esquematica de un erizo.
El diario relativo a lo etereo. La sombra equinoccial
equidistando, solamente equidistando, igual que los
candiles y sus ecos.
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