domingo, 23 de noviembre de 2014
Soledad Sintética
Hay una vida, eso es sintético.
Como el tambor o la nieve, no podemos saberlo.
Conocemos su sintesis por amaneceres tempranos donde
brota su anatomía con tierras de aquiescencia que
el plastico desfigura hasta los pájaros, llevando
transiciones con sus nombres; asi son halitos
los páramos. Y también son solsticios; maquinarias
que los planetas determinan
en las visiones de una parádoja, de elasticidades con todo
lo legendario que hay dentro del buho
o un himno de cigueñas; impoluto, irreversible.
Pero yo tengo una cascara que acabo de
colar del instante, antes que el mediodía se vaya
y tengo un origen como la brea en cierto sincretismo
de los alfileres en el agua; llevando esta vez
hacia el liquido, tan solo acupunturas. Origamis.
Cinismos o desprecios según la hora del polen, cautivado
por la transparente belleza del amanecer
esgrimando un plantigrado, quién sabe dónde...
Y quién sabe dónde un telégrafo.
La correspondencia en los cordeles entre los
gallinazos y el ocultismo de una gravedad.
Gravedad donde cuartos menguantes y ciclicas esporas
abren el polen entre los silogismos
en pos del nictalope, donde
duermen todas las tautologías del mundo.
Y duermen con un pedazo de cebra en los
pigmentos absolutos de su frente.
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