viernes, 7 de noviembre de 2014

Episodio del Cipres








Entonces te ví junto al cipres inundada por las aguas.
En un color donde llevabas citas de desprecio y robles,
números como el viento y su reflejo. En ese entonces
yo me dedicaba a tocar las piedras y besar la nuca 
de todos los plantigrados del mundo.

Tú te comunicabas con la electricidad de los alamos
en un otoño que no fue domesticado y escribió de 
los candiles en alguna belleza de la tierra: una
belleza vil e insoportable. Y de una u otra manera
dejaste que tu espiritu de alargara en ella.

-Por lo demas no habían muchas alusiones a la 
vida-

Teníamos un soplo, lo recuerdo bien por una luz
en la garganta dejando ver tus pulmones y 
curiosamente dejaba ver también los míos.

La gente decía que todo ello era producto de
un acantilado.

Pero dada la constitución, te ví en un puerto.
Mirabas el relente de una salva en uno de tus
ojos -por lo tanto- llevaste tus plagas a donde
cantan los racimos y también desprendíanse 
los yelmos.

Esa historia de los racimos y yelmos es ahora
un muerto legendario. Yo quisiera oirla.

Pero estabas tú y ello nos daba un perfume de
inconformidad. Como aquel que llega despues
del amor al ser arrancando de nosotros.

No puedo decir de ti sino lo siguiente: eras una luz
y cabellera negra de astrología. A veces, sólo a
veces repetían tus carbones una pronunciacion
de tu boca.

Mis carbones también lo hacían, pero nunca pude
hablar de descenlaces.

Además los planetas estaban en tu cenit y seguía
desconociendo las alusiones a un plantigrado.

Hoy me conformo con saber que ya fueron
escritas.






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