lunes, 24 de noviembre de 2014

Poesìa







Seguramente una noche volveré a las cosas. 
Tendré un manifiesto en la boca que servirá 
de muy poco  para evitarlo. Un manifiesto de posibles escarchas
y representaciones que de lejos compartirán un 
jardín con mi vida, una estación de aliento,
el soplo de una llamarada convirtiendose en
silencio; ese que llena de tortugas
su otoño; ese que llena de señales
inevitables los mùsculos.

Hablaré al otoño.
Circunvalaré algo que empujaba las corolas
al suelo y el tallo a los universos donde
empezaban los manantiales de una
ensenada; el hecho de la luz será un reflejo 
continuo del eje y los meandros donde algun
amanecer los respiros empinaban misteriosos 
objetos; volveràn a ser errantes entre la unidad.

Buscaré plantas de vidrio en la humedad.
Me acercaré a los dragones. Un día desde 
todo mi corazón de nictalope sufriré un
poco más ante ello, llegaré a 
los manuscritos incendiados en
la subjetividad de un pergamino - todo
cabalismo igual se quema en sus lampos -
Serè neofito en esos alamares.

Caminarè entre saltamontes sin tener
la velocidad de su salto.
Dibujarè una higuera donde las moras
incendiaràn los pabellones del espantapajaros
llevando un ciervo en sus helices
y una palabra encerrada en 
sus cantos.

Obviare las regiones donde el pensamiento
escarba en la nuez, con el proposito de llegar a 
los ciclos o los ruidos donde cuelga una papaya y el
sabor a oxido de las ramas no tendrà el presente
de un hoja encerrada en la madera.

Sobre un atardecer-quizà menos dramàtico-
gestarà el acero.

Ese vaticinio en el poema que lo acerca
a la tragedia.



No hay comentarios:

Publicar un comentario