lunes, 2 de marzo de 2015

Poema






No recuerdo haber tenido tantas
palabras como tù. Tampoco recuerdo
haber llegado a la arena con una sola vida
en mis manos.

He olvidado los subtitulos y los epilogos
de una capucha en el polvo.

No es clara y se deforma, la
historia de los timpanos y las serpientes, el
camino con helices de brea, donde imaginamos
el soplo entre siniestras formas de 
paquidermos, todos rosados 
como un eco.

Sigo detràs de los enjambres con
una primavera de sauces en el cuello, allì
los pàjaros, cierran en filas el vuelo.

Estelas y la divinidad procesando
los bàculos de una piragua en los oidos,
trayendonos desde sus sonidos
el mamifero de un manantial
el dìa arcano en los labios
el horizonte familiar y extraño de 
otra capacidad en los àngulos.

He concedido a mi nuca los espacios
que a veces tiene un animal en la boca,
la funebre paciencia en èste de los pergaminos,
la sucia reverencia de una faena
donde los palacios son instruidos 
por la coherencia del ruido al tocar un brillo
de sol en la arena.

Lugar donde a veces brotan otros hombres.



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