jueves, 12 de marzo de 2015
Canto
No he escrito.
Sòlo he dormido bajo una palmera
esperando a los jaguares.
Quizà no conozca de ellos hasta el
hecho de llegar a otras inquisiciones o
las primeras mantis que deja la aurora en el
cielo como un signo de que bajo
ella, otras cosas se derraman.
Pero no se cùales.
El otoño entre
tanto se demora en despertar.
He calculado su llegada de manera
que no pueda ser tocado por
las tradiciones.
No he escrito.
Estoy sentado en la palabra como
si fuera un nictalope.
Una gaviota es un gran barco con
enigmas de fuselajes.
Un hipodromo completo de uvas
donde brota un ortopedico amor de
almirantes y doncellas con
media lunas de cadetes.
Pero yo soy una especie de
encuentro entre las sogas.
Las flores van cortando el agua
y los deportes salvajes
de lo monocromo
rizan el silencio ortodoxo de una
avenida donde escriben las sienes
de una gran ojera de bucles.
El barro se asienta
sobre una medida de litros
invadida por la inteligencia,
borroso estodo lo ecuestre
que posee anatomìa,
extraña es la percepciòn
ahora que detràs de
la ilusiòn
engarza una dinastìa con
los nombres de un castillo envuelto
por las pupilas de la niebla.
De ellas he tomado una gota
de agua que parecìa
un espejo.
Y mi intenciòn ahora es
reflejarlo.
Conducirlo a la identidad o
los pigmentos de la
mimesis cuando
la escritura queda sola.
Y todo aquello que no escribe
se convierte en forma
para cumplir su
profecìa.
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