miércoles, 25 de marzo de 2015
Poema
A determinada hora, era otra realidad.
El sol tocaba el movimiento de las dagas.
Junto a ese sol, planetas de vidrios como las
esferas tomaban la mente de los
leopardos.
Las danzas seguìan a las cosas.
La granizada -inmovil- como las leyes que rigen
las diàsporas, reconocìan un corazòn de
tierra.
En las corazas otros ministerios
de plata recortaban sus ojos llenos
de manifiestos y antiguedades
como un coro. Misteriosos himnos
que tiene el guijarro al deslizarse en
los cabellos, jugaban en los
acantilados.
Un color de plata se encontraba con su psicologìa.
Los planetas perpetraban actos como la estirpe
o el sentimiento en un aro de hierro.
Perseguìamos el jazmìn con
el himno que recogìa el animal del estambre
y en ese conocimiento de sed
el pensamiento desnudaba el reloj
donde el alba describìa el temple
con el cual un monopolio
creaba sus sienes
en el hierro.
Los siglos partìan como mensajeros.
A determinada hora, otra era la sensaciòn
de lo grotezco.
Y otra la poesìa entre los animales.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario