sábado, 21 de marzo de 2015

Poema




Viviò en el sìmbolo.
A èl llegò por una playa desierta
o el puerto donde son ahogados todavìa
los hombres.

Durmiò en las enredaderas como un
racimo de uva y aguardò a los labradores
un invierno en que igual a ellos abriò la tierra.
Aquel tuvo que labrar -sin embargo- entre
la transparencia.

Buscò en los alamos, su sed era
igual a esos castillos o
especificamente
semejante a la que mora hasta el 
violeta
en una habitaciòn, en un prado
donde la sospecha de que en cada piedra 
vive encerrada la arena, es confirmada
si raspamos en ella.

Describiò el mineral.
Cantò al artropodo.
Ilumino el fonema con esa oscuridad que 
ofrece el tiempo en la palabra
siempre y cuando, mantengamos el color
del hilo de aquellas galerìas
por las cuales atravesamos
cruzamos
con un otoño de vidrio en los brazos
pues es una de las cosas que asombrosamente
se vuelven transparentes en su camino
con una edad inasible que 
tiembla en nosotros.

Buscò en los puentes ningùn apogeo.
Caminò al granizo para saber quien era.
Destruyò las plagas hasta la llegada de los caracoles.
Acentuò el color del bozal en los labios de un
dragòn que cultivaba espinas,
Escalò en un ojo rojo con la capacidad de un botòn,
de un silencio antiguo como el pulso en 
el canto.

Semejante a un nocturno que asciende a
las verdaderas estalactitas de
las sienes.







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