Y al Final fuè el Poema

Primero fuè el olor a hierba.
Despuès el de la mariposa, confundiendo
el cielo con el interior de la
crisalida.

Luego fue la historia del equilibrio
como una conspiraciòn azul entre las cosas
mientras los eventos del mar
se convertìan en campanas y misteriosos objetos.

Sobrevivientes siguieron a ello en una de muchas 
galerìas: A una la llamamos realidad.

Llegò la historia de la armonìa con sus
palanquines y fuselajes de verde, accediendo
al ritual mineral de los seres
junto a una cebolla
o la barbarie cometida en la orilla del oceano
por las olas, al destruir el augurio de los talismanes
escondidos en las resacas.

Estaba la creencia dividida entre
inquisidores y frutos, entre miradores que
inspiraban a una piedra a destruir los vidrios de 
una ventana, originando centenares de formas 
en el suelo.

Primero fue el candil de un equilibrista
que vimos pasar hace siglos por la puerta, atado
al cautiverio del primate como al del acuario, tensado
por un velero en horas de plata y magnesio, de
brujulas y elefantes.

Y tambièn fuè la pared, derrotada por una caracola
mientras los gritos miraban.

El sol despedazado por un puente.
La partitura de un submarino en el doblez.
La arqueologìa del piso en el lenguaje.
Ese mismo lenguaje conjurando a los oxidos y 
los mensajes de aquello tan secreto, diferenciando
la partìcula de la molècula.

El aceite invernando en una madriguera
de simbolos, donde la estrella empezaba en el atardecer
a trazar su curso.

El arte de la sinonimia donde
el neologismo brotaba, como una pesadilla
enigmatica de yelmos y corazas
buscandose entre los 
nombres del
significado.

Primero fue el diluvio tomando los huesos de la lluvia.

El musgo en el jardìn
donde una piedra mostraba en una forma de
su soledad una reliquia.

Las manos del ser con un heliotropo y un
lecho de madera inventado por
los leñadores.

Primero fue el hongo en el craneo
de la hormiga, la primavera de calabozos
en el ojo de una serpiente.

Y al final fuè el poema.