martes, 24 de marzo de 2015

Los Espirales del Cèfiro




Un sonido.
Una gran proporciòn de polen en espiral
en los cèfiros.
La corriente sumandose a otra para crear
un trueno.
El vesperal insomnio de lo que busca sus 
huesos entre los zafiros.
La historia del relàmpago conjurado por
un hombre en sus oràculos.
La ventana de carbòn que deja ver 
nada.
El gorjeo igual que el trino desnudandose
en el interior de la copa.
Grandes àrboles siguen a los escudos.
Trazos de animal desde los yelmos que otra
vez nos separan.
Digo un nombre que circula como una taza
de hollìn junto a la claraboya
donde me acerco al mundo para verte sin
titulos ni sinonimias.
Miro un gran arco de perlas que el diamante
conducirà a la carne.
Un esbozo de lo elemental sigue a la
escencia en la aurora.
Una luz.
En ella silenciosamente el canto del
helecho, la punta del corazòn 
trazando la memoria del
fulgor. No el brillo, es necesario vivir
en las veredas, tocar las puertas para ello,
llenar oficinas de ladridos.
Y la nave que perfila un tacto.
Una exegesis de la lluvia cuando tirita.
La canciòn del rìo siempre en la ira.
Una luz. 
Un cuerpo se ilumina por ello cubriendo
los angulos donde viven sus sombras.
Una criatura resplandece como si 
yo pudiera ver entre la apariencia.
Tal luz encierra un heliotropo.
Tal, se mimetizan en saetas
que riegan de silogismos el plano donde
descansa la fantasìa.
El legamo.
Ese principio de helecho en la nuca.
Ese madera de una casa donde abundan las
moscas y el piso tiene un color de 
carbòn como si fuera siempre a quemarse.
Ese principio tan separado del fìn
donde las corolas incendian
una testimonio de trigo circunvalado por
ninguna herencia
por ningun animal, ni tierra que sigue
crispandose entre tus oidos.
Igual que alguna remota palabra.
Para que tù vivas.








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