sábado, 3 de mayo de 2014
Veneración de la Palabra
Despertando en una aguja o los mismo estertores
de una granizada, crispándose en los himnos del
centelleo; grave la vocal, aureo el mar, alli es
nordica la esquirla, los aparejos incendiando balsas
en una saga, con el razonable cuento o la imagen
que llevas en el corazón de una pirámide. Relatos
de plastilina exordían un abeto, la teleraña del
sobresalto con andenes y mayúsculo ríos donde
politicas liras olvidaban la sudestada, el almendro
cruzando los poros en forma de brisa, diseñando
condiciones para un ancla. Ante ello una maquina;
su febrilidad descarga un atardecer de morrales,
tenías el infierno entonces en tus ojos, lo creía
con una escama en mis sienes, llegué a adorarlo,
ambos fuimos botin de los pronombres entre los
sustantivos. La página del ser o el exagerado ion,
el antropos y el sino, la astronomía de cancer,
una humareda industrial hoy toma un cuervo y
repite su oración de velo para que vaguemos el
resto de nuestra existencia por la tierra con ello.
Pero entre radilógicos milenios el sueño asciende
al genocidio y entre pilones y braqueas tu historia
fue vertebral como la vida. Casi onirica, irracional
como jamás los templos, por ello esta mañana, este
hoy subjuntivo y meditabundo de mi casa, ese llegar
a mí con un ghetto de agua y sin diamantes; mirar
de peninsula o bote la escalada, entre adamantinos
relojes y linternas que alumbran ya una sombra
convirtiendose en simil de faroles.
Y entonces repito ese verso escrito en el texto
porque aparece en su devenir otra forma.
Una oración de velo escribí, una oración sin oráculos.
Donde pueda empezar a venerar una palabra.
Guillermo Paredes
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