lunes, 26 de mayo de 2014
Metafisica del Perdigón
No he subido jamás a un peñón.
Eso lo ha hecho alguna cresta de la tierra.
No he subido a una triángulación, pero he desencadenado
mi imaginación en ella, de modo que la trinidad no fuera
el único hombre que acompañara mi fonética.
Ya lo sé. Eso puede ser trivial como los ojos.
A veces pregunto a la distancia porqué es la mirada
y no los ojos quienes llevan con el peso de la misma.
Y no he ascendido ni he escrito con la misma intuicion
de la intuición, cuando piensa en lo profano por
ejemplo.
He vivido como los arreboles. He sangrado como la
intención. He intentado purificar mis sienes en el
barro como perfectamente lo hace la conciencia.
Yo no viví como los objetos entre la gravedad.
Ni siquiera pude llegar a esa gravedad como un objeto.
Me animaron algunas mañanas a ver dentro de mí mismo
que cosas podían ser imitadas. Lo único que hice finalmente
es intentar imitarme a mi mismo.
Para esas cosas se vive solo. Nos extrañamos solos.
Llegamos a la contemplación con el desasosiego de los
hombres materiales cuando no alcanzan su objetivo. Eso
acontece conmigo pero en sentido opuesto.
No he ido detrás de una clepsidra.
He sido ignorante como el tiempo en todo lo que
toca y esa es mi única sabiduría.
Una sin alfabetos ni templos ni casacas para
lograr guarecerla.
Una llena de dulces crimenes cuando la
lucidez nos separa de nosotros.
Para arriarnos silenciosamente entre
las hojas.
Guillermo Paredes
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