domingo, 18 de mayo de 2014

El Arbol







Este crepùsculo es semejante al de hace 10,000 dìas.

Hemos vuelto al silencio con el cual hablaban los objetos.

El botòn tuvo que adherirse al roce de la brisa y fue
llamado flor.

La ventana desde la cual buscaba el sol de mayo ha
sido cubierta por un  indesmayàble àrbol. No sabemos
hasta cuando crecerà. No sabemos què buscan sus 
ramas.

Pero despuès de miles de años en que unos vivieron
y se extinguieron otros, las ramas del àrbol han
seguido desplegàndose y su tronco de hizo mas sòlido.

El balcòn desde el cual me sentaba a esperar
un carbòn, es ahora una inmensa ventana.

Su color es gris como las
cosas profundas de la noche.

No veo a nadie asomarse desde
el mismo. Hasta podrìa deducir que 
allì no vive nadie.

Observo y evoco un mundo que
los caballos trajeron. No fuè en vano.

Miro una y otra vez la casa donde crecì
y conmigo imagenes.

Al igual que el mìo siguieron un destino
que hoy a veces entre lo transparente.

Mientras tanto aquel àrbol fue 
creciendo y sì una de sus hojas
cayò en el otoño, no sucediò sino para
despertar aquel pensamiento que
se entregaba a su copa. El mismo
decìa que habìa un nido donde
un ave veìa de lejos la luz por primera
vez.

Y dado lo profuso de esa copa,
sus ojos no serìan cegados.

Y ante esa idea me toca ahora 
dirigir esta mirada hacia el cielo.

Para descubrir nuevamente que
no sucede lo mismo con la mìa.



Guillermo Paredes

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