martes, 6 de mayo de 2014
Lo que Tocamos
Aquel era el signo. El sol sobre la cresta ocultando la
oscuridad de las olas. El astro encerrado por el celeste
y la expresiòn del rostro creada por un sentimiento, que
la naturaleza al gong de la orilla creaba. La playa,
desnuda y extensa como el lenguaje empezaba a definir
los nombres en tu cara, en el golpe del pecho en
tu corazòn, las saetas en el aire se convertìan en pàjaros
-inmensas jabalinas de porcelana en nuestra memoria
lanzadas por los griegos-, terminos como la arena y la
espuma empezaban a trazar el universo incomparable
del màstil a lo lejos o el horizonte embadurnado de
barcos; ahora sabemos que ninguno era para nosotros.
Aquel el signo y en las quimeras de un rapto empezamos
a orientarnos hacia los guijarros y estuarios en
cuyas alfombras los moluscos anhelaban inutilente la
vida. El pescador del amanecer sitiaba el alba con su
mirada: cetrina visiòn de un mundo que sòlo escribimos
y paralelo a bandadas y botes huyò sin refriegas ni
genocidios hacia un juramento, uno extraño, misterioso,
uno tal vez màs alto. Como aquel que se dobla en los
àngulos de esta imagen, maravillosamente mortal como
todo lo que tocamos.
Guillermo paredes
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