domingo, 4 de mayo de 2014
Epigrafìa
Mercurio rueda entre redes y reductos.
Lleva embriaguez de drilles y plasticos continentes
sin ruinas. Sus sacramentos son magneticos.
Epigràfica o pseudoconvencional una luna
con su tramo vacilante de estìo
con su oraciòn de paradero de nieve
soñada y diezmada por el fuego y los antiguos
artificios del pulso, con palidez de abeja
con palabras de intenciòn o miocardio
con abultez redonda de hechizo, observa
en èl.
Entonces es cuando preguntàmos, cuàntas
palabras de brujo hemos tocado. Cùantas de
periscopio civilmente y paradòjica se hace
nuestra labor. Tàcticamente sòlo un cuadro
de esquimal que vive. Tecnicamente esa angustia
que a la deriva canta entre fòsiles prehistòricos
y lo ùltimo es paso de nuestro corazòn para
aprender de los àrboles, es el ùnico testimonio
despuès del agua, el corazòn que aùn alcanza
para conmovernos, el silencio de pez
al atravesar un tramo de oscuridad
donde construyeron pesebres las alquimias.
-eliptico castillo de la linea sin temporadas-
Antecediendo a las murallas crea un reptil
la distancia y es heliocentrica como una
dimensiòn de musculos; la naturaleza desatando
paradigmas de ojeras y la mandibula brisacea
es el lance idiòmatico entre luces de inmensidad
ascendiendo en los craneos, completan
su rapto.
Y mientras aludimos al ruido de nuestras ojeras
el universo es dotado de climas y territorios
para recordarnos que tan descendientes
de lava somos.
Que tan verdaderos cuando cazamos tectonicos.
Y llevamos tantas muerte del poema en
las manos.
Y vivimos con la belleza que posee la hipocrecìa.
Como si no lo supieramos.
Guillermo Paredes
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