jueves, 7 de julio de 2016
El Devenir del Salitre
En la muralla que se encuentra muy cerca del rìo
habitan un grupo de leones.
Dialogan y caminan por las tardes, son ecuestres
como un junco.
Deletrean y ensartan los dedales a sus uñas con
la percepciòn de un relieve. Quizà de un diluvio o
por el amanecer aquello que se recoge de las
cenizas como un holocausto.
Pegan figuras del ùltimo solsticio en sus àlbumes.
En la muralla donde tambièn existen relojes.
Donde la brisa es un semidios que a la
llegada de los eclipses detiene algùn enigma.
Alguna naturaleza que esta relacionada a las
cigarras o todo lo coloquial que puede ser
un lago, azotado por periscopios.
Allì tambièn existe un grupo de pianos.
Una suerte de campanas y un idioma que llega
desde un espejo lejano, donde la capacidad del
reflejo determina
nuestras vidas, como cascaras o
vagones donde se reencarnan los trapecios,
igual que nudos o yelmos haciendo girar
entre crepùsculos
una y otra vez sus trayectorias.
En la muralla muy cerca del rìo hay un conjunto
de leones. Un retrato muy ambiguo de las fiebres.
Un jardìn donde los escalofrìos han separado
el follaje de las raices, para que ninguna imagen
pueda confundirlas. Es una forma de alcanzar
o rozar el equilibrio.
En la muralla muy cerca del rìo.
Donde las agujas habitan o muerden.
Donde la soledad es una finisima daga aprendiendo
de los cuchillos.
Donde las cavernas ya cruzaron la savia
y los espolones descubren una vida
en el interior -muy en el interior- de una amapola.
Un grupo de leones.
Descienden creo de las morgues.
Establecieron sus idearios en las crestas de las
identidades.
Cruzaron los pequeños surcos de nieve
-en invierno-
con un genero de rascacielos incrustados en sus
pechos.
Lugar donde sus caminatas sòlo cedieron a las
helices.
Y a esos molinos abotonados por naturalezas
doradas.
Formadas perpetuamente en un devenir de
salitre.
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