viernes, 15 de julio de 2016

El Corazòn del Atlas





La plazuela es un rostro.
Tambièn el caso del color purpura en una pupila.
El mareo y el eclipse de una bahìa antes de la
llegada de un barco, con daguerrotipos
atados al rastro del volcan que vira
a un universo donde escalan y rotan los
programas verticales de las cosas.

El papel de la hierba ante ello.
El papel de las emanaciones antes que aprenda
a dormir en el sueño aquella hierba.
Las arpas de los colosos como si fueran enjambres.
Las estaciones con adjetivos puestos en
un silo imaginado por perimetros.

Los prismas, los travesaños donde la intensidad
acaricia el vientre de la inocencia,
semejante a una habitaciòn cuyos
epicentros son centrales
y en relaciòn a sus nucleos, hay aproximaciones
con sistemas de peces.

Con relaciones de sal con el mundo.
Con las partes donde ese mundo se transforma 
en limbo y procolabismo
para edificar los horarios y las anclas.
Los nombres mas antiguos y secretos
en una coraza que defiende el 
tronco de mi aliento.
Del ser que habita mi vapor con una
cascara de arena.
Con un silencio casi industrial recorriendo
tambièn otras tijeras.
La casa con lenguajes de un ser en el mar.
Los vientos siderurgicos.

La plazuela es un rostro.
A ella he llegado guiado por los patios.
Por un dìa subjetivo en el alma. Por una conciencia
hecha de trigo y de escaleras en el agua
donde las performances
oprimen las  bujìas junto a una piscina
que lleva olimpicos y desesperados
idilios.

Igual que los camellos paseando por la 
lluvia.

Igual que el corazòn de ese atlas
sobre ellos.







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