martes, 19 de julio de 2016

El Reflejo de los Muèrdagos





Creo que era un arquetipo.
Que se encontrò con el silencio porque
el silencio se dirigìa proverbialmente hacia las
cosas. Creo que sus colores se reencarnaban
en lo milenario a veces.

Como todas las cosas antiguas migrò
hacia los sacerdotes con una mirada de vidrio
y entre sus lupas
un pulso ensimismado en el agua
tomò la identidad del àrbol en una hoja, en
una constelaciòn donde empiezan las uvas.

Como los verbos confrontò sus palabras
en las oraciones de los rìos y dejò que
los velamenes 
tomaran circuitos de alambres en
las circuncisiones. Esas que meditan entre 
cuchillos y peces.

Quizà era una doctrina
que recogìa dimensiones de helio
y buscaba cabelleras de fosforescencia, para
dibujarlas, cabelleras agitadas por
una diagonal siempre.

Creo que era un arquetipo.
Creo que la arqueologìa tomò la parte extraña 
de sus sienes, convirtiendola en apendice
o lengua llena de lipidos.

O acaso se trataba de la noche, acribillada
por los cascos y reliquias que igual
a raices y profugos encadenaban un polo
del hemisferio, donde siempre parece 
extenderse un ala.

Y entonces los hechos de una luz. El brillo
en la varanda anunciando un universo
lleno de puertas.

Donde sus ojos despertaban entre crines
y sus jardìnes lo hacìan buscando entre reflejos
de muèrdagos
en las constelaciones.





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