miércoles, 27 de julio de 2016

Emanaciones





Tal vez en la circunferencia de una emanaciòn.
Tal vez en la iniciaciòn de los vilos y lo que es un eje
con pulso de meridiano con agujeros negros.

En la peregrinaciòn de las constelaciones hacia una
hoja que llega de otro parque -uno que jamàs conocerè-
y en el cual duermen por la tarde los frutos
con una media y un tambor escribiendo del plasma o
los nucleos, en la medida que el sueño es
el erotismo abandonado semejante a una uva,
pasando del lenguaje al vidrio,
del equipaje a la ciencia, del lampo al mar
y no sè que culturas de abecedarios, que crucifican
un cometa. No sè.

Como tampoco no sè el camino hacia los estandartes
guiado por fiebres y eventos de escalofrios,
sumandose a las lianas de los perdigones en las cosas,
en esas cosas intentando regresar a las selvas, 
buscando volver a las grevas donde dibujaban
sus solsticios las raices,
nada màs que para crear enigmas o velos
de extrañas narraciones.

Quizà en esos objetos que caen desde el devenir 
dirigiendose a los hilos y los estelas de una tienda donde
diariamente se escribe peaje en las columnas
o los travesaños donde el invierno
cuelga una araña
o el nombre de un sacrificio arrancado de las palabras
a las focas,
a los oraciones del telescopio que suele representar
casas de alambres,
bengalas que duermen entre los predicados y los
pelicanos de una grieta,
soñando en los prologos la idea màs liquida del hidrogeno,
la idea màs liquida de una vena, la que 
sòlo puede ser conjugada en el interior de un texto 
relevando perpetuamente una corola o una
manzana. Un gemido o un trineo
con asideros de gitanos.

O revelandose. La tarea de saber si es una revelaciòn
sigue siendo del nacar y los submarinos.

De la lucidez en una herradura.
De los monosilabos en una catapulta y los idearios de
las huellas en esa sintaxis que deja el hambre
al polen en dìas de mandibulas como las
que alimentan una saga y
un techo de galeones de una 
partitura o un camello, de una semblanza
o una estructura de laca
que vuelve a conmoverse, a ser de mandarinas o 
llevar el estribillo de una corola
descolgandose de una luz horizontal tejida en epocas
antediluvianas como las nervaduras, como
los pabellones, entre anfiteatros y ciclos.

Semejantes al trigo o el polen.

Igual a las pronunciaciones de los cefiros.

Confundiendose en los regueros de los leviathanes
y las hojas.


















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