jueves, 21 de julio de 2016
Ceremonia
La hoja toca un iris en los colosos
que la nieve desfigura en la arena.
Vilos y ejes donde las parsimonias
elevan un casco con similes de barro en
una de sus utopìas.
En la vereda de
la cual se separa un trazo
del nihilismo. Una fogata de la espuma.
Una referencia a lo particular
con verticales insomnios
en las vestes de
algo identico a lo que se supone agitado
en las cartas de una antorcha.
-casi purpura-
De una celula.
De un dìa de oxigeno contemplado por el mal.
Tridentes del sodio en un hilo
donde la memoria parte hacia los templos
del eter con un dragaminas.
Astas de sodio.
Cometas representando el corte de la albufera
en una pisada de yesca, cedida a los
destellos de fiebre en los troncos, hasta alcanzar
las cenizas.
Y en las calles las fragatas
con una bahìa azulada ebria de preludios,
de constelaciones donde calza el hidrogeno, la
extraña liebre en el caso de una acupuntura
buscando paràdojas de color
violeta en los craneos de
las mismas.
La hoja toca un iris.
En realidad parece el viento que empieza
a buscar civilizaciones.
En realidad es como nudo que se estrella
contra la brisa o un perfume
que agoniza
o sepulta resplandores en las alas de
esa ceremonia.
De una linea de fosforo en el pelo.
Con jaguares emplumados y todo
aquello que pertenece a la luna.
Inundando por la noche de regueros
la espuma.
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