lunes, 25 de julio de 2016

Idiosincracias




Hay cosas incomprensibles. Esta mañana por 
ejemplo. La exactitud de sus esquirlas en uno de sus atlas.
Sus miramientos. El hueso colgado en el higo y el 
aeroplano amarillo al lado, muy cerca del oido donde
la sensibilidad elige un hilo.

Pero esta mañana al ser incomprensible ya es algo.
Algo inundado de botas, digamos.
Algo con borceguìes y frascos que se dirigen sin naves
a los astros.

Hay cosas incomprensibles, es por eso que tenemos legañas
o uno de mis gatos es violeta, como la serpiente o el cine
lleno de hallazgos donde la soledad se multiplica
igual a un vientre de arena en los palacios. 

No por incomprensibles semejantes a las torres.
No por incomprensibles, con inteligencias que llegan de las dunas
para marcar el probable brillo de una ojera.
De una muralla que es instintiva a plazos.
De una muralla con huelgas o gaviotas.
Siempre en una tela de seda con pelicanos, durmiendo en
los brazos del mundo llena de clarividencias
o amapolas.

Y gris tal amapola. 
Llena de calendarios en las palabras de los botes.
Cumpliendo entre los epicentros con una palabra que es meridional
hasta el pliegue -el ùnico- de una cadena.
Lucida a cierta hora en que el universo duerme en la marea.
Igual a una luz matrimonial o un espejo.
Igual a un juego de domino en los archipielagos de la luna.

Hay cosas incomprensibles.
Caminan por las calles con los elementos de una pieza
integral en un sofisma. Duermen entre analogìas de hambre
transportadas por muñecos. Elaboran la teorìa de
un mandamiento en una mañana de ferias
al filo de la borda.

A todo esto el barco escribe de sus marineros: son azules
y buscan a lo lejos una ballena. Un navìo semejante a alguno de
sus mastiles incluso en el instante de una mimesis.

De un jadeo.

De ese pulso en su vibrar donde emergen entre la espuma
las idiosicracias.

A todo esto el barco al mirarlas pronuncia que en una de
sus partes, las idiosincracias estàn hechas de sueño.

Y con todo su corazòn es arrojado hacia ellas.








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