lunes, 11 de julio de 2016

Lamparas de Agua






Es la misma noche la que duerme en su esgrima.
La noche entre esquirlas y finales plateados.
Con una corona ataviada de cuchillos
formando brisas y coreografìas. Dientes de sangre
con olivos en el pecho.

Planteamientos de estrellas en el agua.
Sinagogas de placton al final de la tierra, donde una
herida es semejante a los origenes de una palabra,
de un hilo cuya voluntad teje en las sales, terminos
alojados en la soledad de la piedra.

Y luego, la intuiciòn de los bucles
-uno que otro insomne en algo semejante a una sirena-
y las dieresis en los lenguajes
junto a la grama de los leñadores, despejando una 
linea horizontal de vortices, en todos
sus recorridos formados por los huesos.

Lamparas de agua. Soledades al final del color
donde gira una sombra y las veletas por ello encienden
en el aire cometas que aluden a una avenida
con un àrbol en las manos
y otro que absurdamente se siente hominido
en el interior de la tierra o de un oso.

Huertos formando tensiones, donde las raices
no son el centro del heliotropo, pero basta para adorar
las diminutas galaxias de un velero.

Jardines comunicandose entre troncos y amaneceres
de aquello que cruje como un animal
en una pupìla
dentro de una cuchara
en la ceremonia descubierta por un alfiler que
en apariencia parece ser longitudinal.

Pero sòlo es amarillo.

Y lleva en su espìritu palidas figuras de anilina,
sumergidas entre plagas de langostas.











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