miércoles, 13 de julio de 2016
Celestes Incursiones
Un circulo por lo general se convierte en reliquia.
Lo mismo pasa con las enredaderas de un cuchillo.
O los presagios que emanan del horario de una hoja
con terminos apocalipticos de cera. De eter. De
dìas debajo de las calles donde se encrespa una pua,
el ritual de una soga o los mandamientos en un plano
iluminado de noche por las citaras.
Por las arpas.
Por un dìa miercoles de calendarios y boinas
-semejante al que atravieso-
estructurando al fondo de las cavernas un lenguaje
como aquel que peregrina en el bronce
cuando la brisa es ardiente como una orilla de
estambres o astros desde los cuales
los borceguìes elevan las
espoletas de sus dragones, llenos de metal y corchos
afilados por otras superficies.
Un circulo es una imagen que jamàs regresa.
Una particula de cobre que llega desde los capitolios.
Un monograma de aceite colgado del cuello de
los bufalos, inspirado por la sal que en cada
esquina abandonan los mitones.
El jabòn sexual de la araña.
La casa con barricadas de hule en alguno de sus
nucleos. La franquicia o el verano hambriento de magma
en los fanales, donde un predio o un monticulo de sed
desliegan puentes sobre un plano
de moscas
ataviadas por nombres de maquinas y conos donde
se recrean canteras
xilografìas de luz, monolitos
donde crece el pulso y la materia, los nombres del
oido y de los elementos.
Boreales como una monarquia de celestes
incursiones en la arena.
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