lunes, 27 de junio de 2016

Recordaba







Recordaba que esta intensidad no llega a tocar
los faroles. Que parece -en ocasiones- escapar
de la razòn hacia un mundo de noche màs lucido. 
Como el que existe entre los ferrocarriles, digamos.

Que los corredores forman sòlo una cascara.
Que los frutos dejaron hace milenios de ser elixires.

Recordaba -junto a un universo de nervios- que
toda huella es sòlo un pasadizo y los carbones dormidos
en las premoniciones son crateres esperando
inutilmente un himno.

Recordaba que escribìa junto a un pliegue
creyendo absurdamente que su hojarasca era un 
nucleo de cabelleras entre exactas encrucijadas.

Pensè en que dentro de mucho tiempo el sol
serìa una gran urna y seguramente seguirìa siendo de fuego.

Recordaba que esta intensidad no era culpable
del vidrio ni de los neumàticos. Que cada uno de sus 
peces siempre fue habitado por melenas. Por 
performances y estelas llenas de gritos. 

Estelas -sin ninguna razòn- llenas de gritos.


Que al llegar la noche.

Anidan solitarios como el oscilar de los pendulos en ella.









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