viernes, 17 de junio de 2016

Las Fronteras y el Amanecer





Cuando un pàjaro es menguante.
Cuando posee vocalizaciones.
Cuando traiciona o sueña en los telefericos.
Cuando alcanza una ribera o es conciente de los
rayos que se alargan o llevan dedicatorias de luz 
entre estampidas de destellos, con mensajes 
colmados
de existencias u hojas por donde son
alcanzados los pelicanos
con sus huertos de mayolicas y plazas,
con elementales objetos,
con huellas de lianas o el boceto
de una alcantarilla por donde el amanecer
lo que elabora en primer lugar es un prisma
en sus pulmones. No sè porquè.

Cuando en ese orden de edades con los cataclismos
se llega al interior de un paraiso con flores
y escamas, detalladas por demonios de alambres en
compañìa de lamparas y metafìsicas
que alcanzaron lo sagrado debajo
de un eslabòn, donde los pliegues del aire
se comunican entre luces emplumadas
de plastico o inmensas cadenas
que nos dirigen a culturales proporciones
de oidos y ventanas que rompen una hoja, una raìz
una canciòn de petroleo en la selva
donde es adorada la silueta del
musgo porque vive màs de 
un dìa en relaciòn a una palabra, por ejemplo.

Cuando un pàjaro parece que sigue siendo azul.
Y esas apariencias memoriza las largas analogìas de
los pueblos en una naranja, rozada por rituales
que aùn llevan alas de niño en el pelo
o crucifijos rosados semejantes a los que suman
las muelles de las encìas en su corazòn,
cuando nos aplasta la noche.

Y sin ser nocturno.
-lo cual no significa que sea absolutamente 
diurno-
Intento trazar ese instante donde ambas cosas
se encuentran.
Entendiendo asi que un pàjaro puede ser menguante.
Que traiciona o sueña en los telefèricos.
Que alcanza una ribera o es conciente de los rayos
que llevan dedicatorias.
En una madrugada de fronteras, donde todas las cosas
se convierten en limites.









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