martes, 21 de junio de 2016

El Misterio de las Cosas





Hoy caminaba muy cerca de una grua.
No deberìa ser algo que me extrañe pero era 
algo que no dejaba de hacerlo, de la manera 
en que lo hace la muerte de un
reloj o las citas -jamàs azules- con el àrbol, donde
siempre -màs de uno- habrà visto como se
dobla una sortija. Un perdigòn o la
clase de acustica o percusiòn que jamàs se aguarda
o se quiere para un texto. Un texto siempre
encuentra por si mismo la suya.

Hoy caminaba muy cerca de una grua porque
los idus y los adioses ya habìan partido, porque
las fibras y esas cosas que hacen el universo indomable
e incognito, seguìan al pie de los moluzcos entonando
melodìas de funerales, cantos de velorios que
por la tarde nos hipnotizan, hasta una especie de
caminata sobre puentes de sal para empezar
un misterioso recorrido, tan misterioso
como el nuestro. Es sòlo en ello que nos separamos
del misterio de las cosas.

En algùn sentido somos tan misteriosos como ellas.

Hoy caminaba. Lo he hecho toda mi vida asi que
no tiene nada de raro, no tendrìa tampoco porque 
escribirlo, pero sin embargo vuelvo a precisarlo con
esa intensidad que jamàs necesitò de diluvios, que no
se llevò el agua ni el lenguaje por delante, ni escupiò
jamàs a nadie a no ser que las cucharas y las copas
fueran la necesidad de un conjunto general creado
en las esquinas sin escoltas de bueyes.

Hoy caminè, hoy caminaba.

Segùn ello conozco todas las intenciones de los
rostros que veo y que verè. Juntos hemos circunvalado
la espuma y hemos visto el nacimiento de los bronces.
Juntos recordamos a diario el desarrollo de los
trompos y si alguien habla de datos o papeles
aquì estàn los que describen lo sobrenatural para
seguir muriendo o escribiendo, que despuès de todo
es siempre lo mismo.

Hoy caminaba. Era ello lo que me separaba del
misterio de las cosas.

Y era ello lo que me decìa que en ese diminuto momento
era identico a ellas.





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