viernes, 10 de junio de 2016
El Nùmero de las Hojas
El nùmero de las hojas es el mismo.
Tienen una sombra plateada como la que
poseen los àrboles.
A veces son semejantes a pàjaros atonitos
o verdes.
En sus pensamientos hay una flor digerida
por las ramas.
En sus metabolismos hay un corcel
con perimetros de luz abandonados a la
yesca
a los pumas y las herraduras
a las canciones y perdigones que se
oprimen
a las efigies desesperadas en el pecho.
El nùmero de las hojas es el mismo, pero
no siempre es igual al del caballo y mucho
menos a las luces que crean espigas
en algùn punto de las sienes
donde las corazonadas no son
iguales a una sospecha y veo asi
sometida la transparencia del
preludio a otro fervor.
A uno que desconozco.
Entonces
iguales a un camello
encuentran grillos en el hidrogeno y en
las inmensidades de los aminoacidos
deciden representar una cabaña
donde los manantiales
son de cera.
Asi llegan a la plastilina.
A una especie de humedad.
A las ventanas que yerran ciegas entre
las mandibulas.
A los pasos de un ser en la rama mientras
creaba daguerrotipos. Junto al tàlamo.
En los nombres de los obeliscos
y las porcelanas, en la demasiada
fortaleza de los puntos antes de
llegar a los hidrocarburos
con un lenguaje donde
sòlo se tiende la silueta del vapor
que se eleva a la atmosfera. No
hay otra.
El nùmero de las hojas posee un craneo
y de manera diametral encierran el
deseo en las fintas de un poema
que sabe de bozales.
Pero el nùmero de las hojas es
tambièn infinito.
Lo infinito -debo añadir- es una hoja
o un objeto que se separa de los àrboles.
Buscando las nervaduras o los
parpados.
-a veces da igual-
De una chimenea girando a las imagenes
del oceano.
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