miércoles, 22 de junio de 2016
Crucifixiòn de los Camellos
Era una luz.
La esperè igual que a una iguana en un bosque
donde aquello llamado inspiraciòn dejaba de
alojar su peso. Quizà no fuera un peso. Tal vez era sòlo
una colonia, donde lo mediterraneo es un conjunto de
dados con los cuales se atraviesa mitad de una ciudad
por la noche.
Una noche de voces que duermen sobre un titere.
Una noche igual al desamparo en un cartòn de grilletes.
Una noche donde los acantilados tienden su puente
y las vocales son antiguas en un pedazo de rìo.
Una noche como las que presienten en los àrboles los
mandamientos de un tigre enamorado del polen y las
tijeras.
Una noche duradera en las serpientes y en los acrilicos.
Dotada de superficies, una màs extraña que otra para
atravesar los velamenes y subjuntivos. Una
noche que sigue a las bandadas inutilmente porque
son construidas por el dìa en las inundaciones
y los desembarcos, asiladas por ciegas banderas.
Una noche que hoy mira el sol desde la memoria de los
espejos, que se reclina y engancha a los tropicos con
las facultades de un hilo y respira en los obeliscos
con un verano de porcelana dormido en sus arcanos.
Una noche, pero no cualquiera, debe ser la que anuncia
las encìas, la que muerde en las banderas una gnosis,
la que describe la intuiciòn desde un paramo de radas
donde se filtran las antiguedades, con productos de cera
todavìa no tocados.
Una noche seguida por los peces creyendo que eran osos.
Una noche vestida de estaciòn en la pureza de las iras.
En la violencia con que un diamante abandonada el
carbòn desde el fondo de un pupitre. Era una noche
con herraduras y jinetes que cuelgan de los olivos
con meridianos bajo solitarias traversas de higo.
Envuelta por cantidades de flautas que buscan en el
cielo, ese desesperado amor por el infierno.
Girando sobre ciclos de demonios, semejantes a los
que excavan en una feria o esperan el horizonte
llenos de larvas.
Era una luz, la esperè al lado de una iguana.
Entre los objetos que reconocen las cosas procedentes
de los lagos.
Entre voceos como lo inasible en un valle de elixires
con protocolos.
Era una luz que tambièn significaba una noche
empalando cartas en la arena.
Lugar donde -paralelamente- eran crucificados los
camellos.
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