martes, 21 de junio de 2016
Poema
Algunas casas caeràn.
Otras llegaràn hasta el amanecer.
De eso estoy seguro. Estoy seguro tambièn de la
luz con que besa un murcielago el vientre de
una araña. Seguro de las mitografìas que
emergeràn de los relojes, de los seres
que vagan andròginos entre las colinas, del sol de
sus amaneceres con acertijos.
De las encrucijadas.
De las pertigas.
De los escritorios donde el futuro es un utero de pubis.
Un papiro que ofrecemos a la tarde un dìa martes de
candelabros y pesos. Seguro de los sedimentos en una
balanza, del kilogramo en el grito artero del ayuno
donde las ideologìas son cronometros y el caos
de una yugular recorre las siluetas de los
regimientos como si se trataran de
ùnicos hidrògenos.
Seguro del instinto que bordea las mesas.
Del roce que percibe el primer grito de la oscuridad
entre los colores, de los pleamares y la oraciòn de una
estela en las pupilas cuando los parpados han descendido
del rostro detràs de las nervaduras y los cuchillos
creando ya solsticios desde un nido de abejas
son el unico patrimonio para las
cejas.
Del invierno que nunca se equivoco de pàjaro.
De la linguistica del rìo en un eclipse de verano, cuando
todas las cosas en el universo son propicias para
incrustar las uñas entre las religiones y algo
semantico y nupcial como la palabra
abandona el sueño
para dormir sobre una ballena ebria
de periscopios.
De catalejos donde se origina una ventana de brea.
Bajo un fondo de petroleo que es unisono.
Entre estelas de garrochas y de crateres.
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