lunes, 15 de febrero de 2016

Las Brùjulas de los Centelleos






El camino se extiende junto a una goleta
donde el viento posa gitanos de canela.

Marineros que en su viaje a la lluvia
mostraron nupcias fosforescentes. Gavieros
en una piramide compuesta de mirlos.

El ritual como un pensamiento que alarga
la pronunciaciòn de las cartas y las manchas en
el rostro.

Enumeraciones de inviernos en la nuca,
bajo un festival de regiones, donde dilucidan los
violines sobre el ritmo de una gasa.

-hecho que sucede bajo cierta temporada-

Entradas a la tormenta y el azar. Caravanas
de ecos blandiendo notas de arquitecturas de miel
en esos lineas que a cada instante unen los
puertos. 

Junto a tal camino una historia entre la 
realidad, medida por los hechos de una reliquia
hundiendose en los centelleos.

Flotas de gaviotas como quien incendia el 
sol. Frecuencias de talamos en ese parpadeo que
el tallo incendia debajo de las sienes.

Comparables eventos de lana entre
atmosferas, donde los huesos se columpian
o estrenan un piloto de bovedas, un eje
desplegandose en los opuestos.

-extraño el devenir de una palabra ahora-

Allì se ejercita una vida con la piel 
y una consideraciòn de las algas antes que se
derrumben las ilustraciones. Sobre ellas el piano con
su viaje escarlata a la plastilina, trae
referencias de otras nervaduras.

Monjes de espumas. 
Solidarios como una estrella de marciales escamas
donde la brisa desprende un pensamiento. Una
brujula entre los centelleos.

Donde la brisa ha de alargarlo màs 
-tal pensamiento ahora que es un rìo-
como un juguete de madera
entre aniversarios de infancias.

El camino...Sobre sus puertos
la psicodelia del musgo, lleva la apariencia
de un episodio con el universo,
lleno de lenguajes como aquel que recorta
el infinito en palabras tan extrañas 
como el limite.

Y la escencia en ella buscando
las palidas omoplatos
en sus raices.























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