jueves, 11 de febrero de 2016
Cartomancia de un Rìo
Hoy hemos preguntado por los estadios de
un rìo. De un manantial. De un arrecife de anilina
porque tambièn es posible.
Hoy preguntamos por poligonos de alce, por la
sabidurìa del pez en el desierto y los brillos de fosforo
que ante la noche forman sus esqueletos.
Hemos preguntado tambièn por un tridente, por su forma
que no es precisamente un triangulo, ni mucho menos
la trinidad donde complementanse de nieve los aparejos.
Por ello he vivido en una liana. En un dibujo que la memoria
arranca pacientemente de una medalla, donde los brillos
dejan de ser semejantes a los àrboles y viven en conjunto
con ellos.
Hoy pregunto por los rìos. Por los adjetivos del mismo
que no me hacen sino un poco menos que los caracoles y
los alabastros. Por ello al dibujar un plantigrado vuelvo
a explicarme una leyenda de los manantiales, de la anilina
si se puede y como no, de los dones de los arrecifes.
Y en esa interrogante que paralelamente escarba una tez
pregunto por todas mis cuerdas vocales al unisono
por los estadìos de un rìo, por los colores de sol
antes de convertirse en teorema. El rìo
me responde con sus cartas.
Con sus preguntas que viven paralelamente entre
constelaciones de oxidos.
De una pregunta no hay mucha distancia a la piel
asi que preguntè por la carne. Por su verbo que no es sino
un ser asilado en los pàjaros. El rìo para existir debe
ser presagiado por el vuelo de las aves; originariamente
lo cantaron los aires y los coreografos de la hierba.
Basicamente es un maleficio de ese vuelo.
Igual que toda belleza.
Hoy me he preguntado. Mañana cuando terminè de
pensar en el rìo, la pregunta empezarà a ser cultivada en
el aire.
Entonces me doy cuenta que todo serà diferente.
Asi puedo empezar a digerir desde ya, peninsulas con
sistemas digestivos exactos.
Y todos los infinitos planos que los osos hormigueros
dejaron en ellas.
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