lunes, 22 de febrero de 2016
Junto a una Lechuza
A travès de la sudestada que une mandibulas a
una sombra de oro en el platino. En el jadeo de los
purpuras en los cordeles.
En la historia del mandil creado por la saliva
y su amarillo nihilismo.
En el ambar cuando llega de un preambulo.
Butacas de nieve en el final de la tierra.
Colinas en un profundo sesgo mientras la noche
convierte la armonìa en lecho. En lince
que en la aurora percibe un tapir, lleno de
prismas y follajes en sus uñas.
Gesto del rastro en la explanada de
un portaaviones. Un diluvio recogiendo sus
dìas de agua y madera, su escarcha a travès de
la flor, anunciando la versatilidad de la sangre
para moverse entre las venas.
Y a travès del pulso en el cristal las ulceras
de los hombres. Las visceras llenas de catapultas
y esqueltos. Alguna estrella encerrada en sus
huesos llena de capitolios.
A travès. Entonces las cenizas.
La memoria del filo en una granizada.
El papel del verso en los muelles cuando somos
domados por la fiebre encerrada en las palabras
y esta programa festines como la
ceremonia de una jabalina -digamos- o la
orgìa en los ecos.
Escaladas de plumas junto a un buitre.
Todos los horizontes -hoy- acortando su
distancia.
El reloj en los tallos lleva una
tijera de yeso y la continuidad pliega una esfera
a los almanaques de los bergatines.
Filtros donde duermen particulas.
Terrestres cartas de barro donde la nebulosa
actùa de manera misteriosa en las cenizas
de los hemisferios.
Mirando
los objetos boreales que son
desconocidos.
Junto a una lechuza.
Y sin saber porquè.
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