sábado, 12 de diciembre de 2015
Y por cada una Descendìan los Simios
La puerta que se levanta del horizonte
no es la misma que ayer empujaba el crepùsculo.
Ni es semejante la escala al tridente en una
secuela de hechos que llegan del mar acompañados
de la imaginaciòn.
Tampoco es el rostro que cerraba sus ojos buscando
el sueño, ese que dirigiste un amanecer de velas,
guiado por extraños manantiales.
La luz es la tierra y de alguna manera el grito sideral
de una escollera en las sienes, cuando las mismas vuelven
a respirar distancias de sepias. Brillos entre colinas
de griales.
La puerta que se levanta no es el utero. Pero està el equilibrio
de un àrbol donde un mago recoge el pubis de la niebla
entre negras alas de inmensidad.
Umbrales. Alguno se desvanece en el recogimiento
de una uva. camino de los heliotropos y una punta verde como
la tez donde duermes, estampa su sello de oligarquìa
azulada y ferrea como un nicho.
Plateas de cadaveres y en una semblanza el origen.
La percepciòn en esquina plagada de dormitorios y casas.
De aluminios y bronces, llevando luminosas grevas
en sus bocas.
Y por cada una de ellas descendìan los simios.
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