jueves, 10 de diciembre de 2015

El Verbo de la Aguja




La brisa se convertìa en hoja.
La estela era hueso que volvìa a fermentarse.
La llamarada descubrìa en la carne el paseo
de un pretil en el sueño. Algunas cosas se
dividian entre los hechos. Algùn matìz
del fuego se dirigia a un astro.

La luna respondiò a los sauces dejando un 
brillo en sus superficies. Las aves resplandecìan
en el vuelo, como pàginas de mimesis que
se transformaban en contenidos de manera fugaz e imprecisa
como lo hace el lenguaje en el verbo. La libelula
llenaba las frondas de metamorfosis.

El verbo disipaba una aguja.
El verbo tambièn era una aguja.
Lanzaba dirigibles a un puerto.

Corregìa el mar el lenguaje de las constelaciones 
que muerden los muelles para convertirlos
nuevamente en mareas.

La rafaga se convirtìa en una flor.
La era de un mito recordaba la sed de un arca
entre las feromonas de los antepasados.

Incursiones y calles. La circunstancia del ser
en un pecho. El pelo soldado a tu craneo me recordaba
de noche una caricia.

Nocturnos donde la soledad reconoce en su espìritu
un jardìn invadido de estuarios. 

Allì la tierra granjea con la arena un recuerdo del mar.

Una fantasìa que es azul y se convierte en ola.







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