martes, 15 de diciembre de 2015

Romance




El muchacho toma una rama.
La muchacha lo observa escribiendo de èl
la primera imagen en una pàgina.

Pero el muchacho es gelatinoso y verde.
Lleva productos manufacturados por los prados.
Resquicios y ademàs un alma que escribe 
-por lo general- en el desvelo, a diferencia de ella
que -debemos decir- proviene
del petroleo.

El muchacho es verde-rojo. Una piedra. 
Un mordizco. Un puente por donde cruza la albumina
y en ocasiones aquello que serìa el alabastro
conmueve a ambos debajo de las
libèlulas.

El muchacho toma una rama por lo tanto ella es
infraestructural. Pedagogica en sus entrenamientos con 
los himnos. Poètica de una sintaxis con reglajes
de via-lacteas y asteroides.

Ella lleva un tren. 
Una casaca hecha en el interior de una sinagoga. 
Una alarma y una boina para respirar en el tanto deletreo
y en las diàsporas donde empiezan los himnos.

El sostiene aùn la rama.
Ella profundamente es un dragòn. Uno basicamente lleno
de paràdojas y escaramuzas en este momento; momento
desde el cual logra graficar una segunda imagen
de aquel muchacho.

De esa manera para ellos continua el universo.

Y para nosotros que asistimos a su extraño romance
se termina.







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