martes, 22 de diciembre de 2015

Las Veredas de las Cuidades





Te he escrito con la finalidad de que esto que miramos 
siempre sea la hierba y nunca intente recogerse a si misma.

Entre la conciencia del mar y del caballo. Entre la soledad
y los sueldos que son ambidiestros en una curva.

En los candelabros de las casas que a veces cruzan las nuestras.

He escrito lleno de animales con la esperanza de que uno de
ellos guarde en sus genes los gritos de los dinosaurios.

He pensado de modo que alguna de mis celulas sea todavìa
el pulso de un fuselaje por la noche.

En los interiores de los crateres y las guaridas donde los
simulacros de la yesca esperan.

Totalmente sitiado por mi mismo, dormido en mis sienes
como si estuviera despierto.

Te he escrito porque es la ùnica forma de que el sueño
encuentre sus volcanes.

Mirando la continuidad o los pergaminos del devenir, azulado
como los carbones en los ojos de un ladrido.

Antes que la piedra se convierta en gesto o en placa.
Antes que los oidos lleguen a la convalescencia rodeados de
urnas como los vacìos.

Entre las ruinas que dan paso al caos donde se bate el
origen del instinto con un monòlogo que grita inteligencia.

Te he escrito desde la armonìa lo cual es un llamado de
la inspiraciòn cuando recoge zapatos.

Totalmente adecuada en ese momento, a las veredas de las
ciudades que atraviesa.








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