domingo, 6 de diciembre de 2015
Las Ramas Rojas
Un arco.
La lechuza en el punto donde se arquea.
La distancia atràs buscando algun ritual basado
en la lucidez. La distancia donde se inmolan
o vuelven a inmolarse los huesos de un pàjaro; rojo
como el sentido de las ramas. A todo esto debemos
considerar que pocas ramas son rojas. Ello
pertenece a otro equilibrio.
Luego hay violines.
Entrecejos.
Una prolongaciòn de verde.
En ella se extiende un tipo de arqueologìa. Una con
cabellos por ejemplo. Una con verdugos de polen y estalactitas.
Una que ciñe veranos y primaveras para que los mamiferos
encuentren sus dequeismos y estelas, sus
procesos de hierros y turbantes, sus
sentencias junto a otras
heridas.
Un arco.
La botella de piel que duerme sobre la mesa
proviene de nuestros antepasados. Posee un reloj en cada uno
de sus puentes. Los mismos son de carne y anteceden a los
mitos. A los lenguajes. Incluso a las santabarbaras
donde pasean de noche los rinocerontes su
identica historia de selva.
Y sin embargo hay una especie de requiem sobre la luz que
ilumina todo esto. Una especie de adioses que nos deja extrañados.
Casi solitarios como un ambar que ciñese a las expediciones
cuando en busca de piscinas de lava, recorre la ciudad
de los husares y los monasterios. De los mundos
encarnados en resplandores de iones
o moleculas que inclinan sus plagas
y el topacio de sus barbaries
escritas en el silencio
de los estrabismos por sus dragones.
Dragones que esculpen diariamente peliculas de carbòn
en los periodicos.
Y en la genuflexiòn de sus ancas.
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