martes, 1 de diciembre de 2015
Los Arboles Dirigiendose a una Flor
Creo que las palabras son de carne.
Y la linea es una forma misteriosa de la misma.
Creo tambièn en los espejos que se deshilachan.
En el adorno sobre el frìo cuando llega el invierno.
En la composiciòn de la puerta de un hormiguero.
Creo en las ruinas de los elefantes.
Y me presento a tal creer diariamente como se presenta
la sangre en las venas. Con toda la intuiciòn que
significa un espejo.
Ultimamente miro un poco màs en los àrboles lo
cual termina dirigiendome a una flor. A una paleta donde
un cisne memoriza un diluvio. A un tallo de aceite.
Y pienso en alguna forma de llegar a la luna que no
suceda por la noche, sin tener que enredarme entre lo boreal
y aquello que acontece sobre la apariencia, por lo general
de uno mismo. Y sin tener evocaciones de iones
o ver en los huesos la estatura de una bengala mientras
divide la escarcha.
Sueño en los galeones, donde el dìa es ardiente y no deja
de mostrar una fabula. Un lenguaje que poco o nada nos importa.
Que no significa una necesidad. Que ni siquiera es un
significado.
Sueño por todas las calles que atravieso los mismos misterios
que adolescentes engendraban una figura en las copas.
Creo en ese sueño como todas las dimensiones que agitan sin
que podamos darnos cuenta los cabellos.
Un sueño cuya escencia es una figura llena de verbos
y langostas.
Disecandose silenciosamente en los faroles.
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