jueves, 24 de diciembre de 2015

Y el Sol es una Garganta





Con este amanecer que en apariencia es un volcan
y dibuja en cada uno de sus ojos, un tigre.

Con esa propensiòn -desconsolada y pura- de los abalorios,
en una sombra cuya intensidad aùn se mimetiza en los
espejos.

Con una memoria que regresa amarilla a un cadaver.

A aquello que conmemoramos entre los mechones. A 
los hilos invisibles que unen las cabalgatas de los jinetes
en el aire. Al razonamiento del àrbol mientras logra unir
un rostro al del lustro.

Con este amanecer en los latigos, cuando el azul gira al
jardìn prosopopeyico, como una hebra fosforescente de
aluminio.

Con ese jardìn que emana una bolsa de grasa, con ordenes
antiguas de lenguajes encerrados en una botella.

A la oraciòn que cae de la luna sòlo para observar un 
caracol.

A los idiomas y los acueductos de los gimnastas en un
patio junto a un arpa.

Al color del hipotalamo en una fabula.

Con esas estrellas alejadas de la naturaleza por la noche
de sus ideogramas.

Con las miscelaneas de un tropico desnudado por el rigor
de un estuario en el cual las bolicheras interceptan y responden.

Cuando la distancia decapita una aguja en el interior
de una ballesta, cuyas revueltas pertenecen al sueño.

En los himnos que dejan sobre la piel los moluscos
y artropodos.

Cuando las palabras caen gravidas, compuestas por
linces donde la tensiòn de un contorno brota

hacia un sol que es una garganta,
una estela de fòsiles.

Donde los elementos empiezan.







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