Una lagrima recoge una vara. Es lacrimògena
y escencial. He compartido con ella la historia de mi vida
esta mañana. Historia que en este momento pertenece
a la existencia. A los clanes del ser en una botella.
Alli se comparan visiones con clepsidras.
La lagrima recoge tambièn un cayado.
Toma su ser de si misma.
Toma su ser de si misma.
La silueta de la brisa en mis pulmones en cuyo interior
las celulas juegan a los dados.
(apenas asisto al juego)
Las ruletas de azucar y polen mezclados con los juguetes
son ignorados por lo inmediato.
Las ceremonias del pergamino son en apariencia un punto
lucido como el que incendia esta llama. Esta yesca que casi
sin intensidad fue siempre de humo
y cadaveres.
Veo en los actos de esa lagrima algo incomprensible.
Veo un papel en ella que no deberìa pertenecerce.
Todos sabemos que una llama vive en los ojos.
Que ese es todo el sentido de su vida.
Que proviene de la tristeza o la emociòn.
De las manifestaciones grises y verdes como la luna.
De lo manifiestamente claro como para llegar a sufrir y hasta
morir por ello.
No es el caso.
Es una lagrima que recoge una vara.
Es una lagrima escencial y lacrimogena como lo que jamàs
llegarà a ser completo.
Es una lagrima que recoge tambièn un cayado.
Una lagrima que ha asistido -involuntariamente- a los primeros
actos de mi vida esta mañana.
Actos que en un momento pertenecieron a mi espìritu.
Y luego culminaron su camino en la existencia.
Desde la absoluta nada.
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