sábado, 19 de diciembre de 2015
Poema
El àrbol es propio.
Escencial como una duda.
Mistico entre prolegòmenos de arterìas.
Tambièn es elemental. Se agita tratando
de ùbicar de què lugar llega el
viento. El pubis de la brisa.
Habla de contrabandos segùn los papiros
que arrastran en sus alas, meridianos.
Convoca mercenarios en el poniente de la
espuma.
Secreto y extraño como un pecho que enumera
las llegadas, las aperturas hacia un fiordo,
los proyectos de una casa sumergida
en una vela.
Violeta como un ser en el poema cruzando lineas
de hermeneutica. Celebrando el preludio que
enciende el fuego de una aurora.
El àrbol es estela.
Emanaciòn de sal y arroz.
Girasol de obsidiana en el petroleo de una avenida.
Trance de una puerta que posa sin sus oligarcas.
Digestiòn de un ciego en la arena, junto a los palacios rotos
de la rafaga o entre rieles que se mimetizan.
El àrbol tambièn es ciego.
Lleva el olor de las campanas en sus rodillas.
Acelera de noche al percibir el mercurio entre sus residencias.
Inunda dialogos de bronce.
Aparte de ello.
Sòlo tù y yo sabemos que sòlo algo tan descomunal como la realidad
fue capaz de crearlo.
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