lunes, 4 de enero de 2016

Poema





El poema se encuentra en un reflejo.
En el reloj de arena que en la orilla recuerda 
rastrillajes.

Se encuentra en el tàlamo.
En las raices de los nucleos devoradas por una
linea.
En las supersticiones que cruzan el amanecer colgando
una de sus ojeras en los pretiles.
En la galerìa que se convierte en nuestro pecho en
monòlogo junto a un crater de murcielagos.

Sus verbos de oxigeno se encuentran en las
lechuzas.
En aquellos que rechazan las tizas.
En esos que destruyen en millones de pedazos
los encendedores.

El poema es una mente casi digital.
Una cifra de codigos en una resonancia. 
El encefalograma de un palacio.

Tambièn es un coso.
Una bahìa crepùscular de habitos.
Lleva en cada una de sus palabras el numero telefonico
de la lluvia para casos de sed. Se acerca como un
animal al hombre.

Su dieta es de fosforo y magnesio.

Toma un cuerpo.
Toma una dimensiòn de rigores.
Sus leyes son autistas y posee rasgos esquizofrenicos
en cada paisaje.

El poema es un sonar y un dirigible.
Una pocima que sòlo se inmola en los bancales. 
En su destino hay concentraciones de preludios que
adivinan en sus metaforas la suerte de un verano.

Es una cabaña, el poema es una cabaña
con su botìn de cera colgado en uno de los àngulos
de la carne.

La calma de un silencio arrancado a lo exotico.
A la decisiòn del sol por zambullirse.

El poema es un puente.

El poema finalmente es un puente.

Pero aquel que se dedica diariamente a engullir su
craneo.





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