domingo, 31 de enero de 2016
Citara
Citara. Un planear. Ninguna conquista es azul
como la noche ahora que te elevas transparente
entre los objetos y los objetos dejan de ser solidos.
Superficies de espumas dotadas de coherencia
caminan hacia un film de idolatría en los valles.
La historia de una cresta vuelve a la luna con una
boina en el pecho. Influenciados por ciudades donde
el amor vuelve a una uña de drill, repensamos.
Sacudidas. Flores que como simulacros de un torno,
responden a un trecho de fiebre, El navío vuelve a
los parpados. El navío lo hace a una brújula bronceada
en los tejados donde las apariciones de un cisne dejan
de ser un bocado.
Nucleos de ladrillos y ascuas. Apellidos como de vìa
láctea en el muérdago, entre continuidades de dagas,
impulsadas por la idiosincrasia de una piedra.
Aludes que desaparecen entre silabas de adobe, donde
las estampidas sonde clanes. Sensualidades errantes
por una nube donde las focas se preguntaban por los
patios y los despliegues luego de una maniobra de sal
en los espejos.
Columnas de ancas. Resplandores de grillos entre
colonias irritándose, con tapices y escolios sobrepuestos
en una mesa asolada por la vida del salmòn que regresa
de una banca, luego de ser tocado por dos enamorados.
Citara. Criatura del aire que a través del oído llega
a la imaginación de la noche.
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