domingo, 10 de enero de 2016

Ciudad




Ciudad de domingo en los crespones.
Con las camisas doradas en los techos 
y los zapatos llenos de mancuernas.
Con un llavero que es violeta en cada 
una de sus aceitunas. Entre televisores
que ofrecen una alcantarilla rota en
sus arrugas.

Ciudad de amagos y contraposiciones. 
De habitaciones que llegan de los habitos.
Prodiga en titanicas estaciones donde se 
mecen verdugos de niebla. Numerologìa
afìn al tarot de un reciclaje, fermentandose
en la mesa, con impulsos liberados desde
las encrucijadas.

Nombre del mastil y el roble. Soledad del
arpòn cuando amanece. Quintaescencia de
algo sangrado en cada trueno. Experiencia
de una piscina en el aire. Mansiòn donde
los oidos esparcen sus soplos, con tornasoles
que allegan musgos a sus carabinas.

Acaso un punto de cemento y liquido que devanase
entre manadas de lumenes, un sitio cercano
al resplandor como un taller de aguilas, todas
adaptandose a las iniciaciones del vuelo. El gesto
màs palido de la nuez cuando vibra.

Ciudad debajo de los àrboles y hogueras.
Visiòn de la postrera luz en un pasadizo cuando
la noche muere. Hiato de retorica alabarda que
se retuerce. Marea edipica de un gastrico alfabeto
en los cines, en las sentencias que brotan desde
el agua guiados por conjuntos de acromiones 
y olfatos de maxilares.

Manifiesto desde la redenciòn al cuchillo.
Craneo marròn de sinuosidad que es tomado por
los bordes, donde los margenes se repiten y resucitan
y entre atentados de liquenes, crean crepùsculares
alientos de plastico.

Ciudad de domingo en los crespones.
Estructura rosada de la crisolita en los juicios.
Se sobreentiende que en ella existe un caracol. Se
sobreentiende que cada acido que tocamos es el milagro
de sus prismas. 

Ciudad donde el verano que se agita en los nucleos
fue ya anunciado por los diluvios de tus cometas.

Y simplemente alejados de las colas y cabelleras de 
esos cometas, no lo vimos.


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