miércoles, 6 de enero de 2016

El Girasol en las Manos






Dijeron que el invierno sería muy largo.
Que tendría un craneo diferente para cada
ser sobre la tierra.
Que en los puntos donde el mar es más alto 
que esa tierra, el infinito pondría sus barcos.

Luego clavaron paredes de estacas en la arena
para que nunca llegaramos a la orilla. Desde 
entonces no hemos logrado atravesarlas. Desde
entonces no hemos vuelto a tocar el mar.
Lógicamente no nos sentamos otra vez en la playa.
Ni pudimos reconocer eso que parecía tan
nuestro a pesar de llevar un girasol en las manos.

Y a pesar de que tuvieron que decirnoslo, igual el 
invierno es muy largo para nosotros.
Llegó de los techos sin que nos dieramos cuenta.
Atravesó los días ardientes de la piedra, el juego
de cartas de los hombres; contemporaneos del sol 
y de los espejismos.

Nos dijeron que una gota significaba una carta 
de frío. Que el pico de una gaviota mostraba invicto
sus lapas y las historias en una mandibula eran
sogas de un jardín vulnerable.

Desde entonces volvemos cada día a nuestras casas.
Seguimos digeriendo en ellas. Volvimos a la sed
como hace siglos, volvimos a ser milenarios igual
que las cavernas.

Ocultando -eso sí- en cada hebra de nuestro pelo.

Las cenizas de un lenguaje prehistorico.





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