sábado, 9 de enero de 2016
Los Relàmpagos de Carne
Los huertos donde los nùmeros presentan
sus invernaderos.
El dialogo de los protozuarios en una colonia
de mareas.
El hemisferio arqueològico de una secuencia
en las hondas.
Nativo en los plasticos de una casi profundidad
hecha de mirra, observo a los objetos escribir
el ùltimo nombre de los obeliscos, la
postrera escritura que llevan los telegramas
fue descifrada en la llamarada por un velo. Los
seres que caminaban cambiaron los trapos por
una formaciòn aborigen.
Transaron las metamorfosis con el polen creando
palidas especulaciones.
Los sargazos crecieron entre la espuma de
los laberintos. Casi anonadadas las constelaciones
separaron una estrella de sus pubis.
La marea dispuso elementos
de lluvia y jazmìn en los mentones.
Masticaron los fulgores sus tallos.
Irradiaron los mismos algunos templos de
cadeneta y larva. Las contemplaciones
cayeron muy cerca del mundo
adquiriendo la talla inmediata de un obrero.
Y en esto que era una ciencia camino de su
especie de acantilado. En estos precipicios en una
celula que vive todo un crepùsculo en la piel
se hacinaron hogueras, mutaron a las raices llenas
de extraños continentes los relatos, el
gorro de una criatura en el pecho
donde una fermentaciòn de
aletas improvisa.
Como si fuera un pez.
Como si en realidad hubiera atravesado el oceano
para construir en sus hombros un solo evento de la misma.
Uno tomado de un expreso.
De un bunquer casi cultural. Uno que vuelve a una
estructura entre el chasquido de las cosas.
Antes que lleguen a las calles.
Y un relampago de carne los devuelva al significado
del objeto.
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