sábado, 1 de febrero de 2014

Prefacio Metereólogo






El destino es imprescindible según 
los adivinos y los metereologos.

Describe arquidioces lleno de 
prolongaciones.

Busca crucifijos entre acertijos de
satiros.

Los diamantes del agua transforman
su pecho cuando vibra.

Los cristales, en su naturaleza casi
de astrologo.

Hasta hoy el silencio del conjuro
lo invoca.

Y hay en sus palacios, castillos
como un juguete de andanas.

De barbaries secas como una
uva roja.


El destino juega en los libros como
si tratarase de lirios.

O la liricidad que entretiene el pelo
entre la brisa.

La rafaga duerme en esa luz-sentina.

La corriente se seca ahora que
los martinetes nos cubren.

Especificamente han desatado leyendas

de mirras sobre los metales.

Especificamente serán legales como
todos los universo de la tierra.

Pero nosotros podremos mirar todavía
en los cielos.

Y gritar silenciosamente que hay 
otros.




Guillermo paredes m.









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